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NAVEGAR CONTRA EL VIENTO
América Latina en la era de la información

Fernando Calderón G. (dir.)

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Perspectivas de la multiculturalidad, la innovación y el desarrollo en América Latina

por Fernando Calderón G.

El presente libro nace de una preocupación: si tendrán chances los diversos y desiguales procesos de desarrollo en curso en la región para lograr transformar sus logros y limitaciones experimentados en la última década en fuerzas, que les permitan sortear con éxito la crisis y las trasformaciones del capitalismo global y así expandir e innovar dinámicas de un desarrollo de carácter cada vez más autónomo, incluyente e informacional. O por el contrario las tendencias de la crisis global, la reestructuración económica, la política internacional y el peso de los problemas nacionales llevarán a la región, nuevamente, a situaciones de ajuste y de regresión sociopolítica y multicultural. Algo diferente aparece en el horizonte.

En la presente introducción se plantean las perspectivas analíticas compartidas, se destacan las conclusiones generales para el conjunto de la región enfatizando problemas, desafíos comunes, y luego se presenta brevemente la estructura del libro.

Perspectivas conceptuales

La experiencia de la presente investigación descansa en tres perspectivas conceptuales sobre la política, el desarrollo y la cultura.

La primera está vinculada con las teorías estructurales de desarrollo impulsadas por la CEPAL y muy particularmente por los trabajos de Prebisch y Medina Echavarría. En Hacia una teoría de la transformación, Presbisch no solo realiza críticas al capitalismo periférico, sino que también plantea las limitaciones de la ortodoxia neoclásica para interpretar la realidad y para impulsar políticas viables para el desarrollo. Enfatiza a lo largo de su obra conceptos clave como los de ‘progreso técnico’, ‘patrones de demanda’, ‘intercambios desiguales’ y ‘particularidades del capitalismo latinoamericano’. Martín Puchet, en su estudio sobre el caso mexicano, hace un balance crítico de esta perspectiva económica de desarrollo.

Por su parte, Medina Echavarría planteó la cuestión de las condiciones sociológicas del desarrollo económico. Las conexiones necesarias entre el tipo de institucionalidad y el modelo de desarrollo suponen actores con capacidad de construir una relación fecunda entre ambas dinámicas. Con Medina se inicia la Escuela de la ‘Sociología política del desarrollo’, que más adelante se desarrollará con varios autores de la región, como Faletto, Cardoso, Gurrieri, Torrez, Reyna, Fonseca, entre otros de toda una generación de sociólogos latinoamericanos. Para Medina, una ética del desarrollo supone a la vez una responsabilidad compartida y cierta ética del consumo. Precisamente aquí descansa una de las limitaciones crónicas más importantes de la región: la debilidad de las elites dirigentes para impulsar regímenes democráticos que puedan consolidar un desarrollo socialmente incluyente.

La idea movilizadora del desarrollismo supone un desarrollo ‘desde dentro’ a partir de iniciativas de Estado, hacia una industrialización sustitutiva y hacia una modernización socialmente incluyente. Esta perspectiva sigue constituyendo un parámetro importante para comprender las nuevas opciones de desarrollo en los países de la región. “Vivir con lo nuestro”, lo denomina Aldo Ferrer.

Más adelante, en las décadas de los 80 y los 90, los trabajos de Fernando Fajnzylber reactualizan este enfoque estructural de desarrollo; esta vez en base a una referencia comparativa con el sudeste asiático donde fue germinal su artículo “Del hueco negro al casillero vacío”. Las tesis sobre la Transformación Productiva con Equidad (TPE) y sobre el papel estratégico de la educación y el conocimiento en la misma TPE empiezan a colocar la gramática del estructuralismo en la temática de la globalización y el informacionalismo. Sin equidad no es posible un desarrollo competitivo y sostenible, argumenta el enfoque, que una vez más descansa en el progreso técnico y en la educación y el conocimiento como llaves para vivir tiempos modernos. Incluso, la CEPAL promovió un enfoque cultural del desarrollo que plantea terminar con una cultura de “negación del otro” y con arcanas estructuras de estratificación de clase de origen colonial o neocolonial, tan arraigadas en nuestras sociedades. Se buscó poner acento en asumir un tejido intercultural propio de las identidades múltiples y dinámicas de la región, promoviendo asimismo una ciudadanía activa, como principal garantía de la TPE. Desgraciadamente, los aspectos políticos de la TPE no pudieron estudiarse por barreras y circunstancias políticas limitativas que vivía la institución y la región. Ya eran los tiempos reinantes del neoliberalismo.

La segunda perspectiva está asociada con los estudios sobre desarrollo humano y política, producidos sobre todo en Latinoamérica e influidos por la perspectiva conceptual de Amartya Sen y Mabul ul Haq. Ambos, además de promover un enfoque interdisciplinario y empírico del desarrollo, impulsaron una visión holística, crítica y normativa del mismo, en el que la gente es el objeto y el sujeto del desarrollo.

Los conceptos de “libertad real”, “capacidades” y “funcionamientos” son centrales en el pensamiento de Sen, así como los de “libertad cultural” y “agencia”. Ellos son referencias importantes del enfoque del presente estudio. Para Sen el desarrollo supone mayor libertad. Su principal aporte fue vincular la idea de libertad con la idea de capacidad. Ser libre de tener hambre, de pasar enfermedades, de ausencia de conocimiento, de poder hablar en público, ser parte de relaciones sociales. De no tener pajcha, diríamos en Cochabamba. En quechua, pajcha significa pobreza, que se comprende como no tener amigos, no tener lazo social; es decir, la pobreza está asociada a lo subjetivo, a los vínculos sociales y familiares y no solo a lo económico. Ser libre entonces, para desarrollar las capacidades y elegir el tipo de vida que se sueña vivir y además tener el derecho a cambiar. Ser parte de colectividades por elección personal y optar por lógicas individuales como resultado de las deliberaciones colectivas.

Aquí vale la pena resaltar la importancia crucial que le da Sen a la relación entre cultura y desarrollo. Para él las conexiones son múltiples e insoslayables. La cultura, argumenta, es constitutiva del desarrollo, influencia el comportamiento económico y produce remuneración. Está asociada con la participación política y la solidaridad social y es fundamental en la formación de valores (Sen, 2004). En breve, es lo que le da sentido al desarrollo y a la vida misma. Por eso, en sociedades multiculturales como las nuestras resulta fundamental fortalecer la idea de interculturalidad y la convivencia entre distintos con planos comunes de igualdad. Y esto está directamente asociado con el tema del conflicto, el poder y el cambio. Temas que ambos autores no trabajaron directamente y que para nosotros están en el centro de las disputas por el tipo de desarrollo perseguido.

Precisamente, la tercera perspectiva analítica está ligada con dos intelectuales que trabajan esta cuestión e históricamente han estado vinculados al pensamiento del desarrollo en la región, Alain Touraine y Manuel Castells, y a sus teorías de la acción y del poder que elaboraron desde distintos ángulos. En el libro La palabra y la sangre (no traducido del francés al español sino escrito en español en América Latina y luego traducido al francés), Touraine elabora un balance fundamental para entender los modos de desarrollo y los cambios sociopolíticos en Latinoamérica. Allí, las formas de poder en el proceso histórico del desarrollo están directamente asociadas con las orientaciones y las prácticas de los actores y el Estado. Su último texto sobre el “Fin de las sociedades (Le fin de sociétés), muy discutido en el Seminario del equipo porteño, plantea que la ética es el último recurso fundacional de un proyecto emancipatorio frente a una crisis multiglobal impuesta por las dinámicas antitéticas del capital financiero trasnacional.

Por otra parte, el peso de los tres tomos de La era de la información de Manuel Castells y, más recientemente, de su libro Comunicación y poder, fueron cruciales para la estructuración conceptual y analítica a lo largo de nuestro estudio. La discusión y los seminarios dedicados a estas obras fueron permanentes, pues nos permitían vincular en la globalización, la situación y las posibilidades de un desarrollo humano informacional, y con ello repensar las preguntas que nos hicimos al inicio del estudio. Esto además fue particularmente grato, pues Manuel participó y apoyó al equipo con su presencia y a veces dura discusión en dos seminarios que tuvimos en la UNSAM.

En este ámbito, hay dos referencias analíticas que deseo destacar particularmente y que constituyen en realidad antecedentes directos de nuestro estudio. Por una parte, la discusión que tuvimos a inicios del presente siglo con un grupo de investigadores de la región sobre el sentido que tenían para Latinoamérica los cambios en la economía y la política global, tomando como referencia los tres tomos mencionados de Castells. El resultado fue un diálogo con él y un libro que se organizó sobre una pregunta acerca de si era sostenible la globalización en América Latina. Eran los tiempos del fin del proceso neoliberal. Hoy habría que preguntarse, una vez más, si las experiencias neodesarrollistas son sostenibles frente a las necesidades de innovación y desarrollo y a los conflictos de poder en un momento de crisis global generalizada y con cambios profundos en los escenarios geopolíticos mundiales.

Por otra parte, un estudio sobre los modos de desarrollo en la era de la información, coordinado por Castells y Pekka Himanen, que analiza casos paradigmáticos (China, Sudáfrica, el Silicon Valley en Estados Unidos, Finlandia y Chile y Costa Rica), además de un conjunto de trabajos teóricos sobre el tema, no solo fueron una referencia para nuestro trabajo sino, en alguna medida, una continuación de esa aventura.

Conceptualmente hay tres cuestiones que se trataron de conjugar en nuestro estudio: el papel central del conflicto social y del poder en el desarrollo humano, el carácter condicionante del desarrollo informacional y el rol central que juega en ellos la idea cultural de una vida digna. La vida digna se interpretó como fundamento de la libertad y la justicia y en consecuencia del desarrollo humano. La dignidad fundamenta la misma idea de libertad real. Ella sería un sustento de los valores de vida, por lo tanto de sostenibilidad intercultural del desarrollo. La hipótesis es que las actuales protestas y movimientos socioculturales que suceden más o menos a nivel global, al buscar un nuevo sentido de la política para solucionar sus problemas de vida, estarían colocando en el centro del desarrollo una demanda de dignidad y redefiniendo así el campo histórico de lo posible.

En este ámbito, la idea de innovación es multidimensional y se refiere a la capacidad creativa de los actores individuales y colectivos en los distintos aspectos del desarrollo humano informacional, pero a partir de su constitución esencialmente multicultural.

Como mencionamos, más adelante, en las notas teóricas del presente texto, el desarrollo informacional es un proceso de desarrollo que se corresponde con una lógica de acumulación capitalista una vez que el modelo de desarrollo industrialista previo entró en crisis. No se trata de la emergencia natural o necesaria en una línea de evolución de las sociedades y sus economías, sino de un “modelo” que pudo construirse dadas ciertas circunstancias históricas (económicas, políticas, culturales, tecnológicas) específicas.

El desarrollo informacional motorizó los procesos de globalización y estos, a su vez, lo impulsan. El desarrollo informacional se basa en la producción e interconexión de empresas, personas y organizaciones, en redes que tienen la particularidad de poder actuar en tiempo real desde cualquier lugar conectado del planeta. Se basa en el uso de las tecnologías de información y comunicación, sin las cuales sería imposible el desarrollo moderno.

Este no reemplazó al modelo de desarrollo industrial, sino que lo incorporó progresivamente a su lógica. Hoy los procesos de industrialización en América Latina necesitan integrarse a la dinámica informacional para ser sostenibles. Y ahí precisamente anida uno de los nudos de la cuestión del desarrollo actual.

Por otro lado, innovar, argumenta Castells, implica agregar un nuevo valor a un producto o servicio o al proceso de producción, consumo o distribución del mismo. La posibilidad de generar un nuevo valor se vincula con la capacidad creativa, que es la fuente que produce nuevo conocimiento. Aquí radicaría uno de los elementos fundamentales en la actualización del enfoque de desarrollo humano. La expansión de las capacidades creativas en el informacionalismo y en sus múltiples dimensiones son las que permiten impulsar un nuevo tipo de desarrollo humano: el desarrollo humano informacional.

La innovación, entonces, no solo es tecnológica; se produce a nivel social, organizacional y particularmente cultural. La innovación se vincula, además, a las capacidades sociales, culturales, educacionales, de agencia, de los actores individuales y colectivos, por lo que resulta fundamental el contexto (político, institucional, tecnológico, económico, cultural, etc.) en el que la creatividad individual y social se desarrolla, como también la expansión y el manejo de los códigos de modernidad en el sentido elaborado por el texto: Educación y conocimiento eje de la TPE como de los códigos del informacionalismo analizados más adelante.

Asimismo, como la comunicación es central en los procesos creativos, se vuelve un aspecto clave en las posibilidades de generar innovación en los distintos ámbitos. Y ello tanto en los resultados de dichos procesos como en los procesos en sí mismos. Sin embargo, es en el plano de la multiculturalidad donde la innovación cobra sentido. Un nuevo modo de vida posible y deseable centrado en la dignidad de las personas sería el que crearía este tipo de desarrollo. Lo que lógicamente vuelve a colocar a las orientaciones culturales de los actores en el centro de los conflictos de poder y de creatividad humana.

En breve, el triángulo de interacciones entre producción material, bienestar social y organización sociocultural sería el núcleo que produce desarrollo. Como afirman Castells e Himanen (2014):

La competitividad de los territorios y firmas pasó a depender fuertemente de su habilidad para seguir las reglas de la economía informacional: creación de valor transformando información en conocimiento, y luego aplicación del conocimiento a todas las tareas a ser ejecutadas sobre la base de la capacidad tecnológica y humana incorporada en el sistema (p. 29).

Se daría una suerte de sinergia entre informacionalismo y productividad entre países, regiones y firmas, bajo dos condiciones: cambio organizacional bajo la forma de redes y mejora de la calidad del trabajo humano sobre la base de la educación y la calidad de vida. Sin embargo, este informacionalismo se subordinó a un capitalismo financiero dominante que llevó a la crisis mundial actual.

Algunos supuestos y tendencias generales

Inicialmente, se rescata la idea de que en la región las dinámicas del desarrollo son consecuencia tanto de los cambios globales en la era de la información como de conflictos sociales y de orientaciones políticas determinadas. La democracia de ciudadanía y la autonomía de la sociedad serían una condición necesaria del desarrollo y de la misma reinvención política de la sociedad y sus actores. Se entiende el desarrollo humano no como la construcción conflictiva de una sociedad perfecta, sino de una sociedad mejor, donde el bienestar conviva con la dignidad de las personas y las colectividades. Y se postula un desarrollo humano innovador en los distintos componentes del desarrollo: competitividad, sostenibilidad, equidad, institucionalidad e interculturalidad, centrados en la capacidad de creación y agencia de la misma sociedad, donde la cultura y sus actores constituyen la mejor energía para avanzar en una sociedad de bienestar digna.

 

1. Coexisten en la última década, foco del análisis realizado, orientaciones políticas diversas y cambiantes, que van desde opciones de modernización conservadora, como en los casos de Colombia y Panamá −donde el desarrollo y el cambio informacional son sobre todo el resultado de la fuerza del mercado y de los valores tradicionales de conservación de un patrimonio nacional de las elites en el poder−, hasta orientaciones de neodesarrollismo comunitario o indígena en Bolivia, donde se busca conjugar lógicas entre un nuevo poder estatal como eje del desarrollo y la innovación y lógicas comunitarias de pueblos originarios de los andes y la amazonia, combinación por cierto alimentada por conflictos y visiones a menudo distintas y a veces contrapuestas.

Entre ambos extremos se desarrollan una serie de combinaciones particulares de opciones de reformismo práctico de carácter neodesarrollista y con fuertes rasgos nacional-populares como en Argentina, Venezuela, Nicaragua y, de manera más atenuada, en Brasil. También encontramos otras combinaciones de reformismo práctico, de tipo socialdemócrata, que gestionan modelos liberales como en Chile, Costa Rica y en cierta medida en Uruguay. Ciertamente, las orientaciones políticas han cambiado en varios casos y los énfasis políticos también. Por otro lado, es posible reconocer una tendencia de recesión económica con fuerte impacto político y social, sobre todo asociada con los precios de las materias primas de exportación, pero también de incremento de problemas institucionales y de carácter ético en el conjunto de las orientaciones políticas del desarrollo estudiadas, que debilitan o dificultan los intereses de las orientaciones mencionadas, además de otros factores clave para superar barreras y lograr un desarrollo humano informacional incluyente y, sobre todo, enfrentar una multicrisis producida por un capitalismo financiero global que desestructura sociedades y regímenes democráticos por todas partes del mundo.

 

2. Los niveles de desarrollo económico en la región son desiguales como también los indicadores del desarrollo humano. Asimismo, los límites de un desarrollo informacional son evidentes y generalizados en todas las sociedades y economías de la región. Sin embargo, la región logró avanzar en la consolidación de un régimen democrático (los niveles de legitimidad de la democracia electoral son altos), crecer de manera sostenida en la última década y mejorar los indicadores de pobreza e incluso disminuir un poco la desigualdad. No fueron pocos los logros de integración social, sobre todo bajo las orientaciones neodesarrollistas, y así el Estado recuperó, limitadamente, un papel activo en la gestión del desarrollo y la política. Los avances en varios casos de una democracia participativa y de una mejor convivencia intercultural son evidentes, sin negar empero las dificultades en las distintas sociedades para expandir un pluralismo democrático. En el período analizado sobresalen nuevos problemas vinculados a la vida cotidiana referidos a la inseguridad, la economía perversa, el malestar, la frustración social, la legitimidad institucional, la contaminación ambiental y, en buena medida, sobre todo en algunos países, a la violación de los derechos humanos. También persisten patrones de desigualdad territorial y diferencias entre el campo y la ciudad que se han reproducido e incluso en varios casos amplificado. Todas ellas son condiciones duras para cualquier apuesta política democrática que sea renovadora del desarrollo.

 

3. Existirían avances en la economía tecnoinformacional, sobre todo en lo que se denominó preliminarmente “extractivismo informacional”, economía extractiva sustentada en inversiones novedosas y a veces muy creativas tecnológicamente para explotar los recursos naturales de exportación, pero también, en menor medida, de industrias de bienes secundarios vinculadas al mercado interno, regional o internacional. A partir de esta economía, el Estado ha jugado un rol central estableciendo, en varios casos, una amplia coordinación económica y social, logrando estabilidad en las cuentas fiscales, inversiones estatales amplias y diversificadas sobre todo en infraestructura, heterodoxas formas de asociación con nuevos capitales transnacionales para fortalecer tal “extractivismo” y complejas ecuaciones políticas de un nuevo regionalismo latinoamericanista, aunque más político que económico o sociocultural.

 

4. La incorporación social al mercado de las TIC es diferenciada lo largo de la región, pero constante y creciente, como también lo es la expansión de industrias y mercados culturales de comunicación altamente monopólicos y de extraordinario poder cultural, político y económico. El consumo creciente de internet y otros medios masivos de comunicación tiende a ser generalizado, y es mayor a medida que los indicadores de desarrollo humano son más altos. En este ámbito el Estado ha jugado un papel fundamental al crear plataformas de uso, consumo y educación en sistemas informacionales de acceso creciente priorizando, a veces, a los sectores más excluidos, como el caso del Plan CEIBAL analizado en el caso de Uruguay, o los programas de entrega de computadoras gratuitos en varios países de la región. El Estado mismo se ha modernizado informacionalmente en varios de sus aparatos de gestión burocrática, aunque el carácter patrimonial, corporativo y parainstitucional de las relaciones entre Estado y sociedad sigue siendo central a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica.

 

5. Las inversiones en ciencia y tecnología son, en general, muy bajas. Los países con menor crecimiento registran aún menor inversión en investigación y más importaciones de alta tecnología y un incremento considerable del consumo de internet y sus derivados. El sistema de innovación es acorde con el patrón y el nivel de crecimiento. El resultado es una baja tasa de inversión en investigación, ciencia y tecnología, y el desarrollo informacional innovador se canaliza predominantemente hacia la incorporación de alta tecnología en productos de exportación de origen primario. Sin embargo, vale la pena subrayar que si bien se ha avanzado en la incorporación de valor tecnológico local a los productos de exportación, gran parte de este tipo de contenido continúa siendo importado. Los avances en minería, petróleo, gas y agricultura han sido extraordinarios, pero también hubo una acelerada destrucción del medio ambiente que viene deteriorando la sustentabilidad ecológica, y por cierto, afectando muy a menudo territorios y lógicas comunitarias de pueblos originarios en regiones como la amazonia en Sudamérica.

 

6. El sistema de innovación es congruente con un patrón de crecimiento predominantemente “extrovertido”. El resultado final, sobre todo comparado con el Sudeste asiático, es una baja tasa de inversión en investigación y desarrollo. El ingreso per cápita en períodos largos no crece y la igualdad en la distribución del ingreso crece poco. Sin embargo, la disminución de la pobreza, sobre todo la absoluta, ha sido impresionante prácticamente en toda la región. La cuestión es el tipo, la cualidad y la sostenibilidad de la inserción de los excluidos. Posiblemente aquí radique uno de los desafíos futuros fundamentales del conjunto de los países de la región.

 

7. Retomando el concepto de “asincronía” de Germani (1966) para explicar los procesos de cambio, esta vez a nivel multicultural, es posible concluir a partir de los estudios realizados que los sentidos, la dirección, la intensidad del cambio cultural se han complejizado y muestran potencialidades de mutación inéditas en la región. Así, resaltan las experiencias de reconocimiento y construcción institucional a nivel de las relaciones interétnicas y culturales que abarcan casos con experimentos extraordinarios en Bolivia con una nueva Constitución que transformó el Estado, el sistema político y las lógicas culturales, reconociendo el rol central de los pueblos originarios en la conformación del Estado y de la democracia. Además, el Estado impulsa políticas antidiscriminatorias sin resolver empero la construcción de una interculturalidad plural plena, sobre todo en los ámbitos urbanos y de la amazonia. Proceso, por lo demás, pleno de tensiones y conflictos aun no resueltos, como se destaca en el presente texto. En el otro extremo están el “modelo de modernización conservadora” en Colombia y la crisis multicultural mexicana que aparentan un reconocimiento multicultural para finalmente resignificar un modelo monocultural históricamente dominante. En medio de estos casos las experiencias relatadas de este dinamismo son muy sugerentes por los avances, aunque insuficientes en la mayoría de los casos estudiados. En el plano de los derechos humanos se destacan también avances institucionales sobre todo en la Argentina y especialmente en relación con la memoria y la justicia y también las políticas referidas a los migrantes de reconocimiento institucional pleno de derechos. Por otro lado, es particularmente notable la búsqueda de construcción de un proceso de paz en Colombia que posiblemente condicione una apertura democrática y de cambio en los patrones de desarrollo. Su resultado, sobre todo si es positivo para la paz, no solo afectaría a la región sino los conflictos multiculturales a nivel mundial.

En el plano de la industria y el mercado cultural, los cambios han sido extraordinarios en toda la región. Un relativamente nuevo poder cultural, económico y político de los medios de comunicación tiende a estar altamente concentrado en todos los países y constituye además una enorme fuerza de la tecnoeconomía de la información que impacta en el consumo y la vida cotidiana de las personas. Los sistemas y los regímenes políticos predominantes en la región no alcanzan a procesar tales poderes, por cierto con dinámicas y fuerzas internas a menudo contradictorias por la presencia de fuerzas y componentes disímiles de poder. Sin embargo, en gran medida ellos redefinen las agendas políticas con sentidos ambivalentes. El poder de O Globo en Brasil o la red Clarín en Argentina o de Televisa México son referentes regionales y globales. En gran medida esto se asocia con la emergencia de una política y un nuevo poder de lo público, fenómeno que no es ajeno sino complementario con el desarrollo de una nueva tecnosociabilidad que, entre otros factores, supone no solo el acceso creciente a los medios de comunicación masivos vinculados a internet y a la telefonía celular, sino muy particularmente a nuevas formas de acción colectiva e individual. Como se mencionó en el estudio sobre la protesta social en América Latina, los conflictos sociales se desplazan, en su enorme mayoría, a ser gestionados en la red y la emergencia de nuevos movimientos socioculturales, como los de los estudiantes en Chile durante el 2011, México 2012 y Brasil 2014, ejemplifican la emergencia de una nueva politicidad, en tanto un nuevo sentido de la política y de una ampliación del campo de lo posible. El estudio de caso de la actual situación chilena es muy ilustrativo al respecto.

Un tema que merece especial interés y que necesita ser estudiado mejor, es el papel de las relaciones de género en el desarrollo, especialmente respecto de las mujeres, pues a pesar de los importantes avances en el reconocimiento, la distribución y participación de las mujeres en el desarrollo en la última década, las situaciones estructurales de desigualdad persisten y se generalizan al conjunto de los procesos de desarrollo analizados. El sistema patriarcal, tan arraigado en las sociedades y culturas latinoamericanas, constituye un límite estructural del desarrollo humano informacional. Empero, el movimiento feminista está buscando redefinir el espacio público renovando una democracia más deliberativa, donde la relación entre lo público, lo privado, la política y el desarrollo sea consociativa. Este tema es, sin lugar a dudas, la cuestión central de un cambio ético, político y cultural en la sociedad red emergente.

En síntesis, la “asincronía” multicultural en todas sus dimensiones, aquí ultrasintetizadas, constituye la nueva dinámica del cambio sistémico vinculado con las nuevas formas de poder y sobre todo a una nueva construcción sociocultural de la dignidad que con todas sus complejidades y realidades ya emergió en la región.

 

8. Posiblemente, de no mediar cambios drásticos y positivos de políticas de desarrollo humano informacional incluyentes estaremos frente a una creciente y nueva “frustración de expectativas”. El valor agregado del sector TIC observa, en casi todos los casos, una tasa de crecimiento promedio anual mayor que los puestos de trabajo y las remuneraciones; si a esto se le agrega el incremento acelerado de los consumos de TIC y de mejoría relativa de los niveles de educación y con todo ello mayores aspiraciones y expectativas de la sociedad, es muy posible que los Estados no tengan, sobre todo por las condiciones internacionales de recesión, posibilidades de satisfacerlas y así estemos frente a un creciente malestar social que puede terminar minando y deslegitimizando los logros y sus procesos de desarrollo, alimentando nuevos conflictos y opciones políticas inéditas. Cabalmente, los nuevos conflictos y las demandas de una nueva politicidad que registran los casos de Chile, México y Brasil, entre otros países, alimentarían esta tendencia.

 

9. El cambio en el escenario geopolítico global asociado con la multicrisis en curso ya ha colocado a la región en medio de complicadas ecuaciones económicas, culturales y políticas. Aquí vale resaltar dos aspectos. Por un lado, el reforzamiento de las relaciones financiero-comerciales, de inversión en infraestructura y productivas, especialmente de China, es transversal prácticamente a todos los países de la región; además se inician o renuevan dinámicas con India, Rusia, África y Asia, sin dejar de lado el peso estructural de las economías desarrolladas de occidente particularmente de EE.UU. Hoy el mundo es multipolar y de nuevo tipo y los latinoamericanos ya estamos navegando en él. No se sabe si se navegará como barcos a la deriva o con estrategias y cartas de navegación hacia un desarrollo que reduzca el riesgo y empuje al bienestar. Por otro lado, la crisis y la restructuración económica global y la emergencia de diversos problemas socioinstitucionales en la mayoría de los países colocan a las diversas apuestas de desarrollo, particularmente a las políticamente progresistas, ante la disyuntiva de cómo enfrentar la crisis o reinventando ecuaciones políticas y económicas, ampliando y desarrollando una lógica informacional asociada con innovaciones productivas, políticas y culturales o rediseñando ajustes socioeconómicos y sociales que supongan costos sociales y de gobernabilidad política. Nuevamente, los temas de la gobernabilidad de la economía, de los umbrales mínimos de funcionamiento de las instituciones y de los niveles o límites de la integración social y cultural están en las opciones y escenarios políticos latinoamericanos.

En el fondo, la cuestión consiste en cómo se puede mutar de las diferentes situaciones y procesos de dependencia que predominaron en el pasado hacia una mayor interdependencia y autonomía. Es decir, detectar si hay condiciones, voluntad y posibilidad política para promover a escala regional y nacional un desarrollo informacional genuino y sostenible.

La arquitectura del estudio

Los estudios nacionales llevados a cabo, además de compartir y discutir cierto mapa cognitivo de la problemática, impulsaron cuatro temas de investigación íntimamente vinculados, tanto por la capacidad de acción de los actores del desarrollo como por las condiciones estructurales y los procesos históricos particulares de cada país. Se estudiaron las dinámicas del desarrollo económico y su articulación con el desarrollo humano por una parte y se vinculó a ambas con las transformaciones tecnoinformacionales y culturales que experimentó cada país. Asimismo, se asumió que la fuerza de las diversas orientaciones políticas y los conflictos socioculturales en cada país organizaron las matrices de desarrollo mencionadas.

Metodológicamente, el estudio buscó inspirarse en el constructivismo para el análisis de los conflictos y comprender los procesos y situaciones de desarrollo en Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Panamá, Nicaragua y México, además de Chile, con la particularidad de que el caso de Chile es un estudio complementario de un texto anterior (Calderón y Castells, 2015); por lo que invitamos a Rodrigo Márquez, profesor de la Universidad de Valparaíso y coordinador del Informe de Desarrollo Humano de Chile, para que analizara la crisis y la emergencia de una nueva politicidad en el país.

Se realizaron análisis histórico-estructurales en cada caso, se buscó compatibilizar datos secundarios, tanto objetivos como subjetivos, de una variedad enorme de fuentes, la revisión bibliográfica fue constante y numerosa. En varios casos, se realizaron entrevistas a actores y analistas. Diego Escobar llevó a cabo un importante estudio sobre las economías criminales, que fue de referencia para todos los casos, y se realizaron tres talleres presenciales y varios seminarios en red entre los analistas y el coordinador. Un equipo básico se situó en la Universidad Nacional de San Martín, con la idea de formar investigadores a partir de esta investigación y con una red de expertos regionales de los casos mencionados que trabajaron conmigo en otras oportunidades y que permitieron avanzar en el estudio y mejorar el enfoque conceptual buscado. La idea es que un país se entiende mejor cuando se miran otros en un contexto de cambio informacional global.

La obra está ordenada en función de una geopolítica regional del desarrollo. La primera parte incluye un marco conceptual, los casos de Argentina y Brasil por un lado y Bolivia y Uruguay por el otro. Se trata de economías interdependientes y complementarias pero también con orientaciones políticas similares de desarrollo. El resto de los casos, se organizó por la importancia de las interrelaciones predominantes entre los diferentes países. Por una parte, entre Colombia y Venezuela que experimentan históricamente economías complementarias pero procesos políticos divergentes los que les da una cualidad especial. Adicionalmente se incluyó el caso de Chile que si bien es un modelo de desarrollo relativamente más autárquico y altamente vinculado al mercado internacional, su opción por la “Alianza del Pacífico” lo acercan a Perú, Colombia y México. Cabalmente, en la segunda parte del segundo Tomo, se incluyeron los casos de México y Centro América donde se estudió Costa Rica, Panamá y Nicaragua. El Estudio de México además de resaltar aspectos del desarrollo económico plantea la complejidad mexicana en sus relaciones con EE.UU. y las dinámicas centroamericanas.

Ciertamente, el mapa es incompleto y sería deseable complementarlo con los estudios de los casos nacionales, ausentes tanto en Latinoamérica como en Caribe, que estoy seguro enriquecerían más tanto la teoría como la comprensión de los países estudiados. Es de esperar que nuestro esfuerzo motive nuevos estudios y una discusión académica sobre los temas tratados, pues todos estamos embarcados en un mismo navío que deambula por los mares de una globalización incierta.

Finalmente, es posible concluir que los procesos de desarrollo en curso posibilitan una diversidad de interacciones que podrían promover una mayor autonomía e independencia. Ello supone empero, incrementar cualitativamente la capacidad de agencia de los actores del desarrollo de cada país y de la región en su conjunto.

Todavía no se aprende a navegar plenamente contra el viento, como argumentaba Hirschman, pero en eso estamos…

Buenos Aires, diciembre de 2015