La huella clínica de la psicosis

La fórmula de Jacques Lacan “la psicosis es un ensayo de rigor” condujo a Claudio Godoy a indagar, tras un recorrido exhaustivo por sus escritos y seminarios, las cinco huellas clínicas a partir de las cuales el psicoanalista francés elaboró esta proposición.


Prólogo
Siguiendo la huella...



Sabemos, por obra de James Joyce, que en un solo día ocurren millares de cosas, que en nuestra vigilia de un día ocurre de algún modo toda la historia de la humanidad; o, como dijo Joyce, que La Odisea no requiere veinte años de magia y de tempestades, puede caber en cada día nuestro; es decir, al cabo de un día hemos estado alguna vez en el paraíso, más probablemente en el infierno, nos han pasado todas las cosas; y así escribió el Ulises, hecho sobre la vigilia de dos hombres.

JORGE LUIS BORGES 1

La huella clínica de la psicosis es un compendio de rigurosidad teórica, así como una articulación conceptual precisa y novedosa. Es un libro para estudiar párrafo a párrafo. Y constituye además una continuación de las producciones anteriores del autor.

Claudio Godoy es psicoanalista y también enseñante de varias generaciones de estudiantes en la universidad. Sus reflexiones son siempre muy esperadas, por lo novedoso de sus lecturas. Estudioso de la obra de Jacques Lacan en el marco de la orientación lacaniana, se destaca su indagación profunda de la última enseñanza de aquel, así como su lectura en el campo de las psicosis.

Comienzo por las primeras huellas del libro.

En la introducción, bajo el apartado que lleva por título “La verdadera huella clínica”, presenta a Victor Tausk brindándole a Sigmund Freud un enunciado contundente: “el esquizofrénico toma las palabras como cosas”. Con esto, Freud construyó el concepto lenguaje de órgano, que tuvo un destino importante en algunas conceptualizaciones de la última enseñanza de Lacan.

El referente clínico al que se apela es el caso de la señorita Emma A., para quien la influencia afectaba sus órganos: en su relato decía sentir que se le daban “vuelta los ojos”. No se trataba allí de un síntoma conversivo histérico, sino que respondía claramente a la afirmación de Tausk, lo que le permitió a Lacan abrir la perspectiva del llamado “aparato de influencia”. En este punto, Godoy indica con justeza la inversión de la pregunta, de Freud a Lacan: “¿Cómo puede ser que algunos no perciban que la palabra nos es impuesta, que es un cáncer, un parásito, el verdadero ‘aparato de influencia’? ¿Acaso no vemos que los órganos le hacen problema al parlêtre [ser hablante], y que se requiere el auxilio de un discurso para encontrarles función?”.

El significante amo, o S1, en lo real es una consecuencia conceptual de la huella clínica que se apoya sobre el análisis morfológico indicado en la idea de que el psicótico transmite el intento por reconstruir un mundo, un cuerpo o un lazo habitable.

A partir de su valiosa introducción, el autor da cuenta de la trayectoria de una investigación continuada en el marco de un trabajo en equipo, orientado por la huella clínica de la psicosis, cuya rigurosidad es extensiva a la referencia de que todo parlêtre es un “influido”. Incluso el que hace este prólogo y el que escribe este libro.

Godoy recorta cinco huellas de este trabajo que considera plural: la primera va de la paranoia a la escritura nodal, y de ahí a la estructura paranoica del yo. La segunda, el delirio y el lazo social. La tercera y cuarta huella se orientan hacia el discernimiento de las psicosis ordinarias, nombrado también clínica de los pequeños detalles, para indagar desde ahí la cuestión de la relación entre síntoma –psicótico– y creación. La quinta y última huella aborda el problema de la alucinación y de la percepción, por lo tanto, el debate entre Lacan y Maurice Merleau-Ponty.

Sigo ahora la huella de cada capítulo.

El primero es un estudio pormenorizado de la cuestión de la paranoia, que se abre con una de las frases más impactantes del gran Gilbert Keith Chesterton: “El loco no es el hombre que ha perdido la razón; el loco es el que ha perdido todo, excepto la razón”. Godoy parte del caso de Aimée, que aparece en la tesis doctoral de Lacan, y sigue su minucioso rastro en diversos autores. Localiza con precisión el modo en que, en los años setenta del siglo pasado y a partir de los elementos que le proporciona la topología para pensar la clínica psicoanalítica, Lacan sostenía que “la paranoia no tiene relaciones con la personalidad, sino que es la personalidad misma”.

No obstante, es en el texto sobre el caso del jurista Daniel Paul Schreber donde Freud planteó dos cuestiones fundamentales para comprender la paranoia: la primera es la reformulación de la represión primaria, en tanto implica no solo un representante psíquico caído como producto de ese mecanismo, sino también una fijación pulsional crucial. La segunda incluye la aclaración de que en la paranoia se produce una inundación económica por un quantum libidinal, que Freud llamó “homosexual” a falta de una denominación más precisa, según explicó. Lacan lo nombró “un goce más allá del Nombre del Padre y de la dimensión fálica”.

Es de una gran elocuencia la referencia al ideal moderno del libre albedrío, de Jules de Gaultier, creencia que nos acompaña hasta la actualidad como parte de la sugestión de la posverdad. ¡Qué anticipación brillante la del filósofo francés, cuando dijo que no hay espectáculo más singular, más cómico y más terrible a la vez, que el del contraste que aparece entre la realidad de las cosas y la interpretación que el humano imagina acerca de ella!

El apartado “Principio de identificación iterativa” fue uno de los momentos más satisfactorios, para mí, de la lectura de este libro. Creo que es porque, entre otras cuestiones, da pie para avanzar en el maravilloso método paranoico-crítico de Salvador Dalí. Método que no solo subvierte el campo estético, sino, como muy bien afirma Godoy, le “permitió localizar el elemento de repetición que actúa ‘por intermedio de esos factores de acumulación, de superposición y de coincidencia en estereotipia que conducen a su amplificación progresivaʼ”.

Merece un párrafo aparte la claridad con la que es tratado un clasicismo de Lacan, como es el del Nombre del Padre y lo real como consecuencia de su forclusión, para ordenar el conjunto del campo de las psicosis. De ahí la definición de que “la psicosis paranoica y la personalidad no tienen como tales relación, por la sencilla razón de que son la misma cosa”. A partir de ese postulado, asistimos al despliegue, con mucha precisión y nitidez, del paso fundamental que implica el uso del nudo borromeo en la enseñanza de Lacan.

Es en el CAPÍTULO 3, “Cuando el delirio se teje entre varios II”, donde el libro, según mi perspectiva, logra una riqueza de transmisión clínica valiosísima, que alcanza su pico más alto en el apartado “Las almas siamesas y su paralelismo criminal”.

Destaco los últimos tres capítulos como desarrollo y consecuencia de lo planteado en los primeros: el cuarto, “Suplencias pseudoneuróticas y psicosis ordinarias”, es de una inmensa amplitud de discernimiento conceptual, al mismo tiempo que una excelente enseñanza clínica.

El CAPÍTULO 5, “La locura lúcida de Fernando Pessoa”, aborda temáticas muy estudiadas en el campo del psicoanálisis, entre las que se encuentran la función del doble, la disolución imaginaria o la nominación, por nombrar algunas. Pero la originalidad de lectura de nuestro autor es lo que la vuelve exquisita. Detenerse en la vida del escritor, en su autodiagnóstico, en la función de los heterónimos y, a partir de ahí, proceder a una comparación con Joyce y la relación de este con su hija Lucía es algo que quiero destacar.

Para concluir, el CAPÍTULO 6, “La alucinación. El debate de Lacan y Merleau-Ponty”, aporta una lectura de un enorme valor epistémico sobre la cuestión de la alucinación, al ser abordada desde diversas áreas de saberes. Pero el debate implica, en verdad, en la reflexión de Godoy, mucho más que eso. Se adelanta osadamente, en el contrapunto, el diálogo, las diferencias y las diversas perspectivas, a “la gran conversación del psicoanálisis y la fenomenología”.

Recomendación: es un libro para estudiar despacio y tomando notas permanentemente. Se trata de un estilo. El estilo Claudio Godoy.

OSVALDO L. DELGADO

MARZO, 2020


1. J. L. Borges. Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Buenos Aires, Agalma, 1993, p. 113.